En una liga tan competitiva y cargada de partidos como la
NBA, el parón del All-Star cobra una gran importancia. Para los jugadores
supone unos días de asueto y diversión dentro de la vorágine del día a día. Un
balsámico alivio de la continua presión por cumplir expectativas y tener buenas
actuaciones cada noche. Para los entrenadores supone un respiro en sus
apretados plannings de trabajo y un tiempo extra para poder hacer balance de resultados
y revisar o cambiar sistemas y jugadas de cara a la segunda mitad de la
temporada. Pero probablemente, para quienes más carácter festivo tiene este
evento, son los aficionados al baloncesto. Ver a la nómina completa de
estrellas de la liga sobre una cancha ya merece mucho la pena, pero el All-Star
es mucho más. Es ver a los recién llegados presentar sus credenciales ante el
mundo. Es la tensión y el espectáculo que aseguran (salvo algún año para el
olvido) los concursos de mates, triples y habilidades. Es la oportunidad de
volver a ver a viejas glorias de la liga con sus kilitos de más y sus sienes
plateadas. Es en definitiva, la gran fiesta del baloncesto americano. Pero esta
fiesta no siempre estuvo acompañada de los fastos y pompas que hoy en día la
conforman, sus orígenes fueron inciertos y estuvieron marcados por la polémica.
A principios de la
década de los cincuenta, el baloncesto americano quedó herido de gravedad tras
destaparse un gran escándalo de apuestas ilegales y amaño de partidos en la competición
universitaria. La repercusión fue enorme y hubo sanciones ejemplares, llegando
sus consecuencias a todos los estamentos baloncestísticos del país, lo que
produjo una tremenda caída en la ya de por si escasa popularidad de la que
disfrutaba por aquella época el baloncesto en la sociedad americana. Maurice
Podoloff, primer comisionado de la NBA, decidió reunir de urgencia a los
propietarios de las franquicias que formaban el campeonato en esos momentos
para buscar una solución e intentar volver a atraer la atención de los
aficionados hacia el deporte de la canasta. Fue Haskell Cohen, relaciones públicas
de la NBA, quién sugirió en aquella reunión la celebración de un partido entre
las estrellas de la liga divididas en dos equipos correspondientes a cada una
de las dos conferencias, pero la idea no tuvo demasiado éxito entre los
propietarios, sabedores del escaso seguimiento que el baloncesto tenia entre el
gran público y poco dados a gastos superfluos para sufragar actividades de
carácter lúdico. A excepción de uno de ellos. Walter Brown, fundador y
propietario de los Celtics de Boston, se sintió atraído de inmediato por aquella
idea y se ofreció a organizar y financiar de su propio bolsillo el primer
partido de las estrellas.
Llega el primer All-Star
El 2 de marzo de 1951 se disputó el primer All-Star Game en
el Boston Garden. Y aquella
arriesgada apuesta gestada meses atrás, resultó ser un grandísimo éxito. Más de
10.000 espectadores abarrotaron las gradas del Garden para ver el encuentro y
los jugadores respondieron ofreciendo un gran espectáculo sobre la cancha.
Por JF9. Puedes leer el artículo completo en: http://www.vavel.com/es/baloncesto/nba/328746-all-star-weekend-los-origenes-de-la-gran-fiesta-del-baloncesto.html
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